sábado, 11 de junio de 2011

La vida de Tolstói, a cien años de su muerte

La vida de Tolstói, a cien años de su muerte – el 20 de noviembre–, sólo puede medirse con el rasero de la grandeza. «Su personalidad, sobrecrecida hasta la desmesura, es un fenómeno prodigioso, casi monstruoso. (...) ¡Sí, es un gigante!», afirmó Gorki, que lo visitaba en su finca de Yasnaia Poliana. Chéjov, al que Tolstói adoraba, dijo de los diarios de éste que no eran de «un ser humano, sino de un superhombre». Todas las opiniones van en esta dirección: acentuar la potencia de su pensamiento religioso como creativo. 2010 es el momento álgido para conocer esos puntos de vista. Una serie de novedades editoriales vienen a enriquecer su universo, como sus «Diarios» (2002 y 2003), su «Correspondencia» (2008), a cargo de Selma Ancira para Acantilado, la antología «Relatos» (Alba, 2006) y la recuperación del estudio de Stefan Zweig «Tres poetas de sus vidas. Casanova, Stendhal, Tolstói» (Backlist, 2008). La figura de Tolstói contrasta, sin embargo, con sus dramáticos problemas familiares: la tormentosa relación con su mujer, Sofia Bers, su crisis religiosa y la muerte de varios hijos, como documenta una de sus hijas en «Sobre mi padre» (Nortesur, 2010). Aquí, Tatiana Tolstói busca «comprender la situación trágica que se fue elaborando de manera insensible durante casi medio siglo y que desembocó en la marcha de mi padre y en su muerte en la humilde casa de un jefe de estación». Para ello se vale de sus recuerdos y de los diarios y cartas de sus padres, hasta detallar la huida de Tolstói el 28 de octubre de 1910, tras dejar una nota en la que confesaba el deseo de «apartarse de la vida mundana para vivir en paz y recogimiento».

Escapará, pero una neumonía le retendrá tres días después en la estación de Astápovo, donde morirá. Es un Tolstói tierno y triste, distinto del joven que conoció Dmitri Grigoróvich, quien lo trató en San Petersburgo, como dice en «Memorias literarias» (Nevsky Prospects, 2010). Comentando una visita de Tolstói a la revista «El Contemporáneo», Grigoróvich vio «su tendencia a llevar la contraria. Cualquiera que fuese la opinión manifestada y cuanto más versado en la materia estaba su interlocutor, más enconadamente expresaba la opinión contraria». Y alude a los gritos que intercambió con Turguéniev. Una furia opuesta a lo que propone en «El reino de Dios está en vosotros» (Kairós, 2010), panfleto donde Tolstói habla del cristianismo «no como una doctrina mística, sino como una nueva concepción de la vida» que ha de llevar a la no violencia; un trabajo que fue prohibido por la censura por los ataques al Estado y la Iglesia.

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